lunes, 3 de marzo de 2014

Semana cargada de actividades en el MuVIM para despedir a Ídolos POP

En la recta final de la exposición que se exhibe en el MuVIM, hemos dispuesto diferentes iniciativas vinculadas a la exposición: mesas redondas, visitas guiadas… Todas gratuitas y de acceso libre. ¡Os esperamos a todos!  







#RutaDelBakalao

#IdolosPOP

Ídolos POP se prorroga hasta el próximo 9 de marzo

Atención! La Exposición Ídolos Pop - Cultura Diputación de Valencia se prorroga hasta el próximo domingo 9 de marzo!

Todavía tienes una semana para poder disfrutar de tus artistas favoritos! Te esperamos! :)






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martes, 18 de febrero de 2014

Tú eliges la próxima foto de perfil de Facebook de Idolos POP

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Pincha aquí para acceder a la votación. El plazo termina el próximo sábado 22 de febrero.

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martes, 11 de febrero de 2014

Chimo Bayo, Alberto Añón y Double Vision, época dorada del techno valenciano


El single Ésta sí, Ésta no alcanzó el millón de copias vendidas en todo el mundo y Chimo Bayo se vio catapultado a la fama mundial, llegando a ofrecer más de 100 actuaciones por Europa y a ser número uno en países como Israel y Japón: décadas antes de que David Guetta y similares soñasen siquiera con llenar estadios, el DJ valenciano lo estaba haciendo ya, congregando a 50.000 personas en su mítica actuación en el Tokio Dome. 

Sólo un año después, repitió hazaña con otras dos canciones rompe-pistas, Química y Bombas: la segunda fue número uno en Japón, de nuevo, y se convirtió en su single más vendido. Tal fue la relevancia de Bayo que, en 1994, acudió en representación de todos los DJ y de los autores de música de baile nacionales al Festival Internacional de las Músicas (MIDEM), que se celebra anualmente en Cannes. Ese mismo año, editó el que sería el último de sus hits, La Tía Enriqueta.

El boom de Así me gusta a mí terminó por atraer la atención de las principales discográficas nacionales hacia la música de baile y abrió la puerta a muchos otros artistas: en 1991, EMI-ODEON publicó los maxi-singles Dime corazón y Nothing like your love, cartas de presentación y dos de los temas más celebrados del DJ valenciano Alberto Añón, que formarían parte de su LP Pequeñas sorpresas para bailar, publicado en 1992.

Englobada tradicionalmente dentro de los parámetros del italo-disco y del euro-house, la trayectoria musical de Añón duró poco, hasta 1995, pero tuvo un eco popular nada desdeñable: a su LP de debut siguieron dos más, Tremendo (1992) y Tiempos de amor (1994), que dejaron un buen puñado de singles de tecno-romántico y que llenaron las pistas de baile de emociones a flor de piel y de sentimentalismo, siendo su producción más asimilable a la de los recién llegados OBK, que debutaron también en 1991, que al espíritu lúdico y gamberro de la de Chimo Bayo.

Otro de los grupos que destacó especialmente en la época fue Double Vision, aunque, pese a llegar a ser número uno en la lista de AFIVE, su repercusión terminó siendo mucho mayor fuera de nuestras fronteras: formado por el DJ valenciano Pedro Cerveró y la vocalista irlandesa Caroline McCloskey, Double Vision debutó en 1993 con la publicación del single Sara, de la mano de Estampida Records, discográfica fundada por el propio Cerveró en 1987.

En 1994, vio la luz Knocking, su tema más celebrado y que les granjeó diversos discos de oro y platino por toda Europa. All right, de 1995, abundó en esta tendencia y afianzó la presencia del grupo en las principales salas de baile de Alemania, Holanda, Austria y Bélgica: auténticos epicentros del clubbing en el viejo continente en la transición de los 80 a los 90.

Fijaron su residencia en Ámsterdam, entonces, y publicaron a través del sello alemán ZYX su único LP hasta la fecha, Unsafe Building, en 1996: tal fue su éxito en Alemania y Holanda, que las cadenas Bravo y Viva los nominaron como mejor grupo extranjero de música dance y que llegaron a ser invitados a una de las ediciones del concierto anual por el cumpleaños de la reina Beatriz.

A partir de 1994, sin embargo, la Ruta del Bakalao entró inevitablemente en la espiral autodestructiva que terminó por abocarla a su fin, inmersa en una embrutecida competición de ruido por el ruido y de chunda-chunda desaforado, pervertido su buenrrollismo fundacional por la manifiesta agresividad que generaban las drogas de síntesis, devaluadas por el cretinismo del que hacían gala sus nuevos asiduos, tan alejado del espíritu lúdico y libertario de sus predecesores, y señaladas por una furibunda campaña de acoso mediático, a cuenta del elevado balance de accidentes automovilísticos que provocaban cada fin de semana.

 Las discotecas que la conformaban se vieron arrastradas al descrédito y entraron en una progresiva decadencia que las llevó, primero, a cambiar de nombre y, después, simplemente a desaparecer.

Poco queda ya, en efecto, de aquella singular cultura de ocio alternativo de origen netamente valenciano que sorprendió al mundo entero en la década de los 80. Eventos especiales y sesiones de remember, poco más, que recuperan a aquellos DJ míticos que hicieron grande a la Ruta y a las que acuden, ahítos de nostalgia y de ju-jás, los que vivieron con fervor su nacimiento y eclosión.

Fuente: Catálogo Exposición Ídolos POP

lunes, 3 de febrero de 2014

Chimo Bayo, el nacimiento de un icono musical

Joaquín "Chimo" Bayo nació en Valencia en 1961, aunque gran parte de su infancia transcurrió en Teruel, en Rubielos de Mora. Dedicó su adolescencia a su gran pasión, el motocross, compitiendo como profesional en categorías inferiores hasta que un aparatoso accidente truncó su prometedora carrera.

De vuelta en Valencia, se vio imbuido de aquella nueva sensibilidad que se había apoderado de la capital e inició la trayectoria que había de consolidarlo como uno de los principales referentes de la música mákina.

Su labor como DJ le hizo circular por algunas de las salas que surgieron a la sombra de la tríada Barraca-Chocolate-Spook, alcanzando cierta notoriedad ya durante su etapa al frente de Arsenal, ubicada en la localidad de Oliva.

Fue en esta época, en torno a 1987, cuando Chimo Bayo tomó la decisión que le acabó por granjear un lugar preferente en el Olimpo de la Ruta: fundó la discográfica Raya Records, se convirtió en compositor y productor, y editó Ráyate, una recopilación de remezclas de música electrónica que imitaba las sesiones que él mismo llevaba a cabo en Arsenal.

El éxito fue inmediato: vendió 20.000 copias de aquel disco, posibilitó a los makineros disponer de material para reproducir en sus coches y abrió los ojos de los promotores del resto de salas y de los propios DJ, que empezaron a ver negocio en editar casetes con mixes de las sesiones que programaban o ejecutaban.

A aquella primera grabación la siguió una segunda, Ráyate 2, que alcanzó aún mayor repercusión y que colocó a Chimo Bayo y también a El Templo, la sala cullerense en la que pinchaba entonces en la primera línea del panorama musical. Comenzó a reclamarse su presencia en salas de toda España, se sucedieron los bolos en los que Bayo siguió haciendo gala del estilo que le caracterizaba, asimilado habitualmente al de Front 242 por abarcar desde el electropunk al EBM, con fugaces estallidos de hardcore industrial, y el DJ decidió concentrar sus energías en la creación de temas propios.

Atraído por el éxito en diferentes locales de algunas de las composiciones de Germán Bou –músico de amplia formación y copropietario, con Rafael García, de Rager Estudios–, Chimo Bayo entró en contacto con él y, juntos, comenzaron a dar forma a la canción que acabaría por convertirse en el himno de toda aquella generación: Así me gusta a mí.


El impacto de aquella fusión de talentos sigue sin tener parangón. Con su base rítmica contundente y arrolladora, sus insólitas onomatopeyas y scats (esos ju-jás y chiquitán-chiquiti-tán-tán-tán, que fueron repetidos e imitados hasta la saciedad), la espectacular puesta en escena de Bayo con su sempiterna gorra de CCCP, su coraza galáctica y sus gafas con luces acopladas a la montura y aquella evocadora línea de texto que contenía su escueta letra: Ésta sí, ésta no, ésta me gusta me lo como yo; obra del propio Bayo y de Charo Campillos, Así me gusta a mí pasó a ser el grito de guerra de los asiduos a la Ruta del Bakalao.




Fuente: Catálogo Exposición Ídolos Pop

miércoles, 29 de enero de 2014

La cultura del videoclip, una nueva forma de promoción musical

Durante años los términos new wave, punk y post-punk significaron lo mismo para los compradores, pero una serie de causas aceleraron la denominación new wave. La primera, económica: las discográficas, en pleno derrumbe comercial, comprendieron que la producción de álbumes de la new wave era mucho más barata que la de los dinosaurios del rock. La segunda, el auge de los videoclips, y, la tercera, la aparición de la MTV en 1981, especializada en promocionar los videoclips de los grupos ingleses y norteamericanos de la nueva ola. El primer vídeo programado por MTV fue Video Killed the Radio Star del grupo The Buggles.

Más que las actuaciones en directo y las revistas de fans, los videoclips fueron el arma promocional más potente para lanzar en teles y discotecas a los grupos de la nueva ola. En los años 60, los Beatles experimentaron con los clips musicales con Rain y Penny Lane, incluso el telefilme Magical Mistery Tour (1967) puede considerarse una serie de vídeos musicales mal engarzados en una trama inexistente. Pero fue la retrasmisión mundial, vía satélite, de su canción All You Need is Love en el programa Our World, vista por 400 millones de personas, el mejor precedente promocional de una canción por televisión.

Los primitivos antecesores de los videoclips fueron los scopitones franceses, realizados a finales de los años 50. Se retroproyectaban en una pantalla, tipo televisor, con un proyector de 16 mm que iba montado encima del jukebox. El primer tema realizado para un scopitone fue Le poinçonneur des Lilas, de Serge Gainbourg, en 1958. Puede verse un aparato de este tipo en la película de Johnny Hallyday Dossier 1413 (1961), cantando Laisse les filles, clip realizado en color para los scopitones. Se rodaron centenares de clips para scopitones, exclusivamente en el ámbito francés.

Los primeros videoclips, Ring, Ring y Waterloo, fueron grabados por el grupo Abba en 1974, pero no tuvieron repercusión hasta que Queen lanzó su famoso Bohemian Rhapsody en 1975, clip dirigido por Bruce Govers.

Con la MTV ya en funcionamiento, el vídeo que disparó la moda y convirtió el clip en vídeo-arte fue Thriller, de Michael Jackson, dirigido por John Landis en 1983. A partir de ese momento, todos los grupos trataron de competir con vídeos cada vez más sofisticados para promocionar sus canciones de éxito, utilizando cualquiera de las técnicas publicitarias, artísticas, de animación, stop motion y cinematográficas a su alcance.

Así lo hace con el cómic y el dibujo animado Steven Barron para Take on me (1986), de los suecos A-ha, entremezclando dibujo con imagen real. La utilización de la plastilina en los revivals de My Baby Just Cares for me (1987), de Nina Simone, animado por Peter Lord, y Reet Petite (1986), de Jackie Wilson, dirigido por Giblets, lo mismo que la técnica de stop motion para Sledgehammer (1986), de Peter Gabriel, realizado por Stephen R. Johnson, revolucionaron la estética del vídeo. En el campo del vídeo-arte, Andy Warhol supervisa y aparece en Hello Again de The Cars.




Fuente: Catálogo Exposición Ídolos Pop

jueves, 23 de enero de 2014

Ruta del Bakalao. Sesiones enlatadas e himnos generacionales

Contraseña Records
Una de las consecuencias inmediatas de la mencionada «cultura del parking» fue el deseo, por parte de los jóvenes que preferían el bullicio de los aparcamientos a la catarsis previo pago de las discotecas, de hacerse con copias de la misma música que los disc-jockeys pinchaban en los locales: aunque los atronadores graves de aquellos ritmos machacones eran perfectamente audibles desde el exterior, no alcanzaban el volumen suficiente para convertir los parkings en una especie de sala B discotequera del botellón.

En los años de explosión masiva de la Ruta –el período que va de 1986 a 1991–, ése era un sueño imposible: casi todos aquellos discos eran de importación, caros e, incluso, inaccesibles para la mayoría, y había muy pocas tiendas en los que pudiesen ser adquiridos.

Las únicas discográficas dedicadas a esta música, Blanco y Negro y Max Music, radicadas ambas en Barcelona, se centraban en la vertiente más comercial de la música de baile y sus referencias no terminaban de colmar las expectativas de los makineros.

De hecho, hasta que se fundó Contraseña Records en 1991, no existió una discográfica cien por cien local, que canalizase lo que acabó por conocerse como «el sonido de Valencia». La solución, así pues, debía provenir del mismísimo corazón de la movida.

Fuente: Catálogo Exposición Ídolos Pop